Hoy es un día
de esos que me encanta disponer, donde no tengo que ver ningún paciente y tengo
muy pocos compromisos, con lo cual dispongo de mucho tiempo para mí misma y
para mis reflexiones, para descifrar un poco el tipo de cosas que hay en mi
cabeza, y encajar las piezas del puzzle. Y también para tomarme el día con
calma y aprovechar el tiempo en otras cosas que me gustan más que mi trabajo.
Ojalá pudiera vivir así, dedicada a mis cosas, mis proyectos, mis otras
actividades… Imagino que es un deseo universal y que le pasa a todo el mundo.
Pero yo estoy descubriendo por primera vez estas sensaciones, mi trabajo nunca
me había saturado tanto como estos últimos meses. No se me había hecho nunca
tan pesado trabajar, siempre me ha gustado la psicología, el trato con
pacientes, dirigir una terapia e ir viendo su evolución. Me siento afortunada
del trabajo que tengo, de haber vivido tantos años haciendo justo lo que más me
gusta, y encima me ha ido muy bien. Pero últimamente, muy a mi pesar, todo está
cambiando. Quisiera recuperar el entusiasmo que he tenido en otras épocas de mi
vida para trabajar, la constancia, el impulso, las ideas, y sobre todo, las
ganas. Y sin embargo, aquí me encuentro, desmotivada, cansada, con una
sensación que tira de mí hacia abajo todo el tiempo y no me deja sacar la
cabeza. No me ahoga, pero tampoco me deja respirar con normalidad.
Una de las
cosas que también he estado reflexionando, es que creo que he identificado uno
de los motivos por los que me encuentro tan mal últimamente: que no puedo hacer
planes… Es mi naturaleza, así funciono yo, con objetivos, con planes, a través
de la organización. Necesito una estructura de vida concreta, y eso me ayuda a
centrarme y ser productiva. Estar a la espera de que suceda algo MUY IMPORTANTE
y básico, me tiene bloqueada. El cambio de vida que supone ser madre es muy
alto. Son muchas las cosas que tienen que suceder y muchas las cosas que van a
tener que cambiar cuando me quede embarazada, y sobre todo después, cuando
tenga a mi bebé. Pero como parece que nunca llega ese momento desde hace casi
dos años, no puedo poner en marcha ninguno de los cambios, y no estaba
preparada para que algo así pudiera suceder. No sé qué hacer hasta que suceda,
porque no lo tenía previsto, y no sé qué se hace en estos casos. ¿Me vuelco en
mi negocio o no es buen momento?, ¿inicio mis planes de adelgazamiento o es
mejor esperar a que todo pase?, ¿retomo algunas de mis actividades o me espero,
para no dejarlas abandonadas de nuevo enseguida?. Si yo hubiera sabido cuando
todo empezó que me quedaban por delante casi dos años, quizá hubiera hecho las
cosas de otra forma. Pero yo lo detuve todo a la espera de quedarme embarazada
y no he sido capaz de resolver estos casi dos años de espera. No los considero
perdidos, porque al menos he estado funcionando al mínimo en casi todo, pero si
lo hubiera sabido, los habría aprovechado mucho más. Cosas tan tontas como la
revisión ginecológica o mirarme los lunares de la piel, están paralizadas,
porque siempre acabo pensando que si me quedo embarazada no va a tener mucho
sentido haber hecho todo eso, y que mejor esperar hasta después. No me compro
ropa porque siempre acabo pensando que ¿para qué?, si en poco tiempo tendré que
estar comprándome otro tipo de ropa porque estaré embarazada. No me he comprado
todavía una bici, porque no quiero que se quede parada recién comprada. No
quiero coger muchos pacientes nuevos por si acaso empieza todo y necesito
guardar reposo o no me encuentro bien. Pero así llevo más de un año, sin
arrancar en muchas cosas “POR SI ACASO” me quedo embarazada. Así no puedo
vivir. No puedo hacer planes. No tengo claro mi futuro más próximo, y por eso,
entre otras cosas, me encuentro tan mal.