martes, 16 de mayo de 2017

QUE LARGO SE HACE...



Pasan los días, uno tras otro, y yo voy tachando en el calendario cada uno de ellos con pesadez,  cansada de esperar, de que el tiempo pase taaaaaaaaan lento. Pero es lo que hay. Cuando me volvieron a posponer la transferencia la última vez, me propuse intentar centrarme en otras cosas, pero tengo que decir que no siempre lo consigo. La sensación física es como la de ir cuesta arriba en una pendiente muy empinada. Es cierto que ya me advirtieron en la Clínica que la medicación que iba a tomar durante estos dos meses (especialmente el “Elorgan”) baja considerablemente la tensión, por eso entiendo que es normal que me sienta con tan poquita energía y arrastrada. Pero no es el único síntoma secundario que tengo. Desde que empecé a tomarlas, también noto picor constante en el cuerpo y sobre todo en el cuero cabelludo, a veces me rasco tanto que acabo haciéndome hasta daño en la piel. Y el dolor de cabeza… de esos que no desaparece en ningún momento, ligero, como de fondo, pero siempre presente. Pensaba que me acostumbraría a él, pero de verdad que es bastante molesto casi siempre. Y psicológicamente tampoco me encuentro bien, estoy alicaída y de bajón emocional, sin ganas de nada… Aunque curiosamente, y contrario a lo que me pasaba meses atrás, me siento mejor cuando estoy trabajando con pacientes, se me pasa todo más rápido, el tiempo, quiero decir, y me siento hábil y cercana. Menos mal, porque este tiempo atrás me he estado sintiendo bastante agotada con este tema del trabajo, y es un alivio sentir que sigo siendo la misma de antes cuando me pongo a trabajar.

Últimamente lo que me está costando más son las rutinas, el día a día, las responsabilidades personales, el ajetreo normal. Es para esas cosas para las que me siento sin fuerzas ahora. No es mi mente, es mi cuerpo el que siente que no puede seguir adelante con normalidad. Y yo al final ya no sé qué es lo que llevo peor, si encontrarme mal físicamente o mentalmente…

jueves, 11 de mayo de 2017

COSAS QUE NO ME VIENE BIEN ESCUCHAR




Siempre, SIEMPRE, intento ser tolerante y respetuosa con todo el mundo. Siempre ofrezco mi mejor cara aunque lo que estén diciendo me parezca un disparate. Quizá porque mi trabajo me lleva a empatizar constantemente con ideas y emociones muy diversas, y puedo llegar a comprender casi todo lo que una persona hace, dice o piensa. Pero eso no significa que no exista ningún comentario o valoración sobre mi situación que a veces tengo que escuchar y que preferiría no tener que oír. Procuro no juzgar y normalmente prevalece en mí el agradecimiento por el gesto de intentar animarme o ayudarme. Y por eso no genero ningún rencor contra nadie. Sin embargo, hay determinadas cosas que es preferible que intentemos no decirle a una persona en mi situación y pasando por lo que yo estoy pasando. Por ejemplo:

·       En el momento que te relajes, todo irá bien. Sólo tienes que relajarte. Conozco a “X” que también estuvo mucho tiempo buscando y cuando se relajó y dejó de buscar, fue cuando se quedó.
§  La infertilidad es una enfermad, no la provoco yo estando nerviosa.
§  Es como decirle a alguien con cáncer que si se relaja se curará.
§  Por favor, seamos justos y no demos a entender que el problema es ponerse nerviosa, porque es NORMAL estar nerviosa, y no es por eso por lo que no podemos ser madres.

·       La mayoría de las mujeres tiene algún aborto antes de ser madres.
§  Mal de muchos, consuelo de tontos.
§  Las comparaciones son horribles.

·       Al menos ha sido pronto, habría sido peor con un embarazo más adelantado.
§  ¿Por qué iba a ser peor?. Para mí tiene el mismo valor un embarazo de días, de semanas, o de meses. Todas las pérdidas son dolorosas.
§  Es como decirle a alguien que acaba de perder una pierna, que podría haber sido peor y haber perdido las dos.

·       Obsesionarte sólo va a complicar las cosas, no pienses en ello. Cuanto menos hables del tema mejor. Lo mejor es pasar página cuanto antes.
§  Es como decirle a alguien que se está muriendo de hambre, que no se obsesione por encontrar comida.
§  Hablar del tema no tiene nada de malo, ni es negativo para mí.
§  No hay que pretender pasar página cuando antes, hay que pasar por el duelo, llorar, pensar MUCHO en lo que ha pasado, y superarlo…
§  Si eres tú quien se siente mal al escuchar el dolor de una mujer que no consigue ser madre, no preguntes, pero no digas que lo mejor es no hablar de ello.

·       Tranquila, siempre puedes adoptar.
§  ¿Le harías esa misma recomendación a alguien que puede tener hijos propios sin ningún problema?. Sería la única razón por la cual yo aceptaría este tipo de consejo…

·       Aprovecha ahora que puedes, que luego no podrás dormir, el cuerpo se te deformará, no tendrás tiempo para ti misma, estarás siempre agotada.
§  Por favor, nunca frivolices con la maternidad delante de alguien que no puede ser madre.
§  ¿Acaso ahora no estoy agotada, deformada físicamente, me cuesta dormir…?. Puestos a elegir, mejor pasar por todo eso con un bebé en brazos. No pienses que soy afortunada.

·       ¿Has probado “X” cosa? (tomar vitaminas, aceite de onagra, hacer acupuntura, levantar las piernas después de tener relaciones…), a mi cuñada le funcionó…
§  ¿Piensas que habría optado por una Clínica de reproducción asistida si de verdad fuera algo tan sencillo?.
§  Cuando hay un problema de infertilidad, esas cosas ayudan, pero no son el origen del problema.
§  No des por sentado que no hemos intentado de todo.

·       Deberías hacer más reposo. A lo mejor si no te movieras, no perderías los bebés.
§  No conoces cada caso particular. Los bebés no se pierden sólo por desprendimiento de placenta.
§  Por lo menos en mis abortos, nunca ha sido mi caso, siempre he tenido muy buena implantación.
§  A veces la falta de movimiento y de ejercicio es mucho peor para un embarazo.

martes, 9 de mayo de 2017

MI DIA, ENTRE SEMANA



Me levanto temprano, porque no me gusta ir corriendo. Me ducho, me tomo mi tiempo, me despejo, intento mejorar mi imagen ante el espejo, y salgo en silencio a enfrentar el día.

Llego al barrio donde trabajo, me reconforta el color que tiene en las primeras horas del día. Me siento con mi café en mi mesa preferida de la cafetería, y curioseo Instagram, pacientes, gente a la que sigo (muchos perfiles son de maternidad, de embarazo, de abortos…). Me siento bien cuando estoy allí, encuentro muchas miradas de afecto en las personas con las que voy coincidiendo a lo largo del tiempo, desde el camarero, hasta los habituales.

De camino al despacho, voy dando un rodeo y así aprovecho para estirar las piernas un rato, que luego estoy casi todo el día sentada. Y como cada vez que voy a algún sitio, me fijo en la gente que me cruzo, intentando entresacar información sobre sus vidas, a dónde irán, si serán buenas personas, si estarán en conflicto con alguien, si se sienten bien, si van sonriendo… Y si son mujeres embarazadas, todavía me fijo más, y me viene a la mente la clásica pregunta: ¿por qué ellas sí y yo no?. Qué infantil, verdad?, qué inmaduro!, pero también, qué inevitable!. Las miro tanto porque necesito ver en ellas algo que me confirme que se merecen estar embarazadas. Por fortuna, siempre lo encuentro, y si no, me lo imagino.

Me viene bien escribir un poco cada día, así que cuando llego al despacho, algunos días le dedico un rato a ir actualizando mi diario de búsqueda de embarazo, y de este modo me quedo algo más tranquila. O no, todo depende… Hay días que sólo con escribir un rato no me tranquilizo y tengo que invertir más esfuerzo en no dejarme llevar por el desánimo general que siento.

Lucho por ser yo misma en conjunto, lucho porque mi “yo madre” no tenga siempre el protagonismo de todos mis días. Pero no puedo. ELLA es la primera en aparecer nada más me despierto. ELLA es quien va conectando con la maternidad todas las cosas que pasan a mi alrededor y por mi mente. Es ELLA quien llega al trabajo y enciende el ordenador con la intención de conseguir más información, testimonios, experiencias, buenas noticias, apoyo emocional… Ella decide cuándo tiene bastante, y la mayoría del tiempo es insaciable…

Si tengo pacientes por la mañana, todo es más fácil, porque rápidamente entro en otras vidas, en otras mentes y en otros problemas, y me olvido de mí misma. Puedo ser Ricardo, María, Silvia o Carlos durante unas horas, y de verdad que en esos momentos no hay nada más importante para mí que sus vidas.

Si no tengo pacientes, voy dedicando la mañana a otras cuestiones de trabajo, y al final siempre encuentro la excusa perfecta para salir. O bien tengo que ir a comprar algo, o a la Farmacia, o simplemente cojo la bici y me voy a dar una vuelta o a hacer algún recado más lejos.

El rato de comer me gusta, o quizá me gusta más el de después de comer. Tengo varias opciones. Si hace buen tiempo, cojo un libro y me bajo a mi terraza favorita a tomarme un cortado (descafeinado, por supuesto), y me despejo, además de tomar el sol, que lo tengo impuesto un rato de cada día. Si no hace buen tiempo, o yo me siento bien, suelo quedarme en mi pequeño sofá del despacho y me veo algunos vídeos en Youtube de gente a la que sigo, y descanso un poco física y mentalmente. Otras veces, me siento más animada y decido salir a caminar por el barrio. Mi barrio es un lugar fascinante, por la gente y las calles y los lugares, me encanta pasear por esta zona.

Mi tarde de trabajo me vuelve a sacar de mi soledad y de mi estado más “pasivo” y vuelvo a convertirme en diferentes personas, personalidades y vidas, según voy atendiendo a mis pacientes. Si tengo horas vacías sin consulta, siempre busco alguna tarea relacionada con mi trabajo (tengo una lista muy larga de ellas y la voy cumpliendo poco a poco…).

El final del día siempre me hace sentir bien, como con cierto alivio, como un impulso tranquilo que me lleva a buscar el descanso. Llamo a mi marido y me bajo a la calle a esperar que me recoja, y de nuevo, me entretengo observando a la gente pasar. Y aparece él, mi amor, mi todo, mi compañero de vida, la persona más bonita que existe en este mundo, doblando la esquina con el coche y sonriente, y recibiéndome con un: ¿cómo está mi princesa?. Y yo no tengo más remedio que decirle que bien, porque aunque segundos antes haya estado desanimada o agobiada, sólo con verle sonreírme, se me pasa todo en esos segundos.

Muchas veces quiere tentarme con ir a cenar algo rico a nuestros lugares favoritos, pero sabe que la mayoría de las veces le diré que no, porque soy muy firme con algunos de mis propósitos, y no acostarme con el estómago lleno, es uno de los que más me preocupan últimamente. Y lo acepta, yo creo que casi se lo espera. Y las veces que le digo que sí, que me vendría bien, pues esa sorpresa que se lleva!.

El tiempo que paso en casa antes de ir a dormir es realmente corto, y si me conoces, no te sorprenderá saber que está lleno de rituales. Si he terminado a una hora razonable de trabajar y hemos llegado a casa a buena hora, preparamos algo ligero de cena y vemos mientras tanto un episodio de “Friends”, que nos encanta para esos ratos, porque esa serie nunca pasa de moda. Y hablamos un poquito de todo en general y de nada en particular. Y si hemos llegado tarde porque he salido de trabajar tarde, directamente no cenamos y pasamos a todo lo demás.

Todo lo demás, va a depender de si tengo medicación que tomar y pinchazos que ponerme, pero antes de eso, medito un ratito, y mientras, voy calentando nuestras bolsas de perlas de lavanda para la cama. Me desmaquillo, me lavo los dientes, me pongo mis cremas. Me tomo lo que haya que tomar, y me voy a acostarme.

Y ahí termina mi día. Tengo el horario de sueño de un niño pequeño, desde las 21:30 o 22:00 ya estoy metida en la cama, y caigo redonda a los pocos minutos. Me esfuerzo por mantenerme despierta y ver una serie con mi marido, pero lo consigo muy pocas veces, y él, que es un amor, va echándome un ojo de vez en cuando para ver cuándo me he dormido y parar la serie para que la podamos retomar desde ese momento otro día. Me gusta cuando se gira para mirarme, porque siempre me sonríe si ve que todavía sigo despierta.

Todos mis días entre semana son así, excepto los Viernes, que de momento no trabajo y lo dedico a otros compromisos, que a veces me cuestan más esfuerzo que mi propio trabajo, pero que también necesito tener en mi vida, como la música…  Pero ya hablaré de eso otro día.

martes, 2 de mayo de 2017

MIEDO A MI PROXIMO EMBARAZO



Hoy venía de camino al trabajo en el coche, con Goku, y he tenido una sensación muy rara. Por alguna razón, veía el trayecto desde una perspectiva familiar, y no descubría por qué. Y al final me he dado cuenta de que me ha recordado a la última vez que estaba embarazada, y habíamos vivido una experiencia similar, en el coche, de camino al trabajo. No sé si era por la luz, o por qué razón, o si simplemente tenía que venir a mí ese recuerdo sin más. Algo parecido a un “deja vu”, pero en mi caso, el contexto era lo único que se parecía, porque lo que es la sensación, no tenía nada que ver. Me era familiar, pero en mi recuerdo, yo me sentía dichosa, feliz, embarazada, radiante, la vida tenía un color distinto, mucha más luz, alegría. Y hoy era el mismo contexto, pero yo me siento desdichada, infeliz, vacía, apagada, sin luz, y triste… Pero yo, en otro tiempo, no tenía nada que ver con lo que ahora soy, y realmente no hace tanto de eso, apenas unos meses, cuando creía que ya nada podría salir mal, y me sentía feliz y relajada con mi embarazo. Después de tres abortos, y con todo tan controlado, no me esperaba ni por asomo un cuarto… ¿Cómo voy a superar todas estas cosas?. Es que siento que ya nunca voy a poder encontrarme así de tranquila como estaba antes. Todos mis sistemas de alerta están activados a tope. Tengo miedo de volver a estar embarazada.