Pasan los
días, uno tras otro, y yo voy tachando en el calendario cada uno de ellos con
pesadez, cansada de esperar, de
que el tiempo pase taaaaaaaaan lento. Pero es lo que hay. Cuando me volvieron a
posponer la transferencia la última vez, me propuse intentar centrarme en otras
cosas, pero tengo que decir que no siempre lo consigo. La
sensación física es como la de ir cuesta arriba en una pendiente muy empinada.
Es cierto que ya me advirtieron en la Clínica que la medicación que iba a tomar
durante estos dos meses (especialmente el “Elorgan”) baja considerablemente la
tensión, por eso entiendo que es normal que me sienta con tan poquita energía y
arrastrada. Pero no es el único síntoma secundario que tengo. Desde que empecé
a tomarlas, también noto picor constante en el cuerpo y sobre todo en el cuero
cabelludo, a veces me rasco tanto que acabo haciéndome hasta daño en la piel. Y
el dolor de cabeza… de esos que no desaparece en ningún momento, ligero, como
de fondo, pero siempre presente. Pensaba que me acostumbraría a él, pero de
verdad que es bastante molesto casi siempre. Y psicológicamente tampoco me
encuentro bien, estoy alicaída y de bajón emocional, sin ganas de nada… Aunque
curiosamente, y contrario a lo que me pasaba meses atrás, me siento mejor
cuando estoy trabajando con pacientes, se me pasa todo más rápido, el tiempo,
quiero decir, y me siento hábil y cercana. Menos mal, porque este tiempo atrás
me he estado sintiendo bastante agotada con este tema del trabajo, y es un
alivio sentir que sigo siendo la misma de antes cuando me pongo a trabajar.
Últimamente lo
que me está costando más son las rutinas, el día a día, las responsabilidades
personales, el ajetreo normal. Es para esas cosas para las que me siento sin
fuerzas ahora. No es mi mente, es mi cuerpo el que siente que no puede seguir
adelante con normalidad. Y yo al final ya no sé qué es lo que llevo peor, si
encontrarme mal físicamente o mentalmente…
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