Ha vuelto a
pasar…
Mi pequeña se
ha ido.
Y yo vuelvo a
sentir un vacío en mi interior que no había experimentado antes de perder a mis
bebés. Han sido dos semanas de las peores de mi vida. Goku dice que está roto,
y a mí me pasa algo parecido. Nunca vamos a volver a ser los mismos que antes
de vivir esta pesadilla. No paramos de hacernos mil preguntas, de sentir que la
vida es injusta y que no nos merecemos todo esto que nos pasa.
Nuestras
ilusiones.
Nuestras
esperanzas.
Nuestro
futuro.
Nuestra vida.
Nuestra
pequeña.
Ahora está
todo ROTO.
Llegamos el
Miércoles 30 a la consulta del ginecólogo algo nerviosos, pero sobre todo emocionados
por poder ver y escuchar a nuestra niña por primera vez. No se me pasó por la
cabeza que algo pudiera salir mal, tenía además muchas preguntas para el médico
para las siguientes semanas. Me desnudé la tripa y me acosté en la camilla.
Goku conmigo. Y el médico no encontraba el embrión, otra vez. Sin latido, otra
vez. Nos dijo que no precipitásemos nada, que era mejor asegurarse con una
doppler, pero yo ya sabía en ese momento que nada me iba a devolver a mi niña.
De nuevo, el bloqueo, la losa en el pecho, la cabeza a punto de explotar. Nos
hicieron una doppler de urgencia y me diagnosticaron un aborto diferido. No me
podía creer que estuviéramos pasando por lo mismo otra vez… No… por
favor, otra vez no… ¿POR QUÉ?????????... ¿Qué había pasado?????. Todavía hoy,
no tenemos respuesta para esta pregunta.
En todo este
tiempo, cada vez que me asaltaban las dudas y los miedos, intentaba decirme a
mí misma que esta vez era diferente, que todo estaba más controlado, que mi
bebé tenía todo lo que necesitaba. Había sido el mejor de los embriones. No
hemos reparado en gastos para llevar a cabo todos los análisis necesarios para
evitar cualquier riesgo. Mis pinchazos de heparina cada día, dolorosos,
horribles, de los que dejan muchas marcas y moraduras en la tripa. Mis 14
pastillas de hormonas diarias. Mi pastilla de suplementos vitamínicos. Mis
parches de estrógenos cada dos días, que me daban tanta reacción a la piel. Una
buena implantación, una beta alta y estupenda. Un saco gestacional bien
posicionado, bien sujeto. Un embrión de clase A, perfecto, con todos sus
análisis hechos y pasados. Esta vez no iba a detenerse el embarazo porque mi
bebé no viniese bien, como nos pasó en Enero. Todos estos argumentos formaban
parte de mi discurso constante, para permitirme vivir un embarazo en
condiciones y sin que se viera ensombrecido por mi experiencia pasada. Incluso
nos animamos a contarlo a casi todo el mundo, dando por sentado que en esta
ocasión teníamos más garantías. Y hemos acabado igual de destrozados. ¿Qué voy
a hacer ahora?. ¿Cómo voy a poder afrontar mi siguiente embarazo con
positividad y sin morirme de miedo?. Ya no tengo argumentos, ya no dispongo de
ningún discurso válido. Todo puede pasar, incluso lo peor, por muy optimista
que plantees las cosas. Qué impotencia, qué indefensión más grande. Porque en
este tema nunca nada está asegurado. Porque me temo que nos vamos a quedar sin
respuestas, y nada va a hacer que comprendamos qué ha ocurrido y si podíamos
haberlo evitado, o si podremos evitar que pueda volver a suceder en un futuro.
He cuidado con esmero mi alimentación, mis hábitos de sueño. He tenido cuidado
también con la sobrecarga de trabajo, he tomado muchas medidas a nivel laboral,
para no estresarme más de lo normal. He hecho TODO lo que me han dicho en cada
momento. Y vuelvo a estar vacía de nuevo, triste y desesperanzada.
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